lunes, 28 de julio de 2008

Entre caribes te veas


Quiso la industria cinematográfica hollywoodense en la década de 1970 sumar al pez caribe, o piraña, como también se le conoce, al macabro elenco de los monstruos antropófagos. El éxito comercial de aquellas películas prescindibles hizo mucho por el olvido de sus cualidades gastronómicas, que si no son extraordinarias por lo menos le hacen acreedor de un puesto significativo en la despensa de los llanos venezolanos.

Así lo aprendí de manos y labios de mi papá, mientras él me iniciaba en el sereno arte de la pesca a orillas del embalse Las Majaguas, en jurisdicción del Estado Portuguesa, al término de su horario de oficina. En aquellas tardes calurosas, supe que su carne era tan gustosa que algunas cocineras lo preferían junto con la palometa para la preparación del sancocho. Frito tampoco se desestimaba, pero había que "relajarlo" muy bien (es decir, cortar con cuchillo afilado dibujando líneas muy juntas en forma diagonal sobre sus dos lados) para romper suficientemente la abundante provisión de espinas que plenan su carne, como una extensión post-mortem de su legendaria agresividad.

Si la pesca era buena, papá cambiaba los caribes por un par de cenas en un restaurante popular de San Rafael de Onoto donde solía ir a comer. La dueña y cocinera los recibía con gratitud y pagaba generosamente con sopas, guisos y frituras de pescados locales que incluían también al pavón, la cachama y el bagre.

Finalmente, el pez caribe podía tener un rostro amable que no he olvidado todavía.

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